martes, 1 de marzo de 2016

EL MARACANAZO

En 1950, era muy probable que Brasil ganase su primer trofeo mundial. Venía arrasando a sus rivales y jugaba el último partido en su casa, ante 199.000 personas alentando por un solo cuadro, mientras que el rival, Uruguay, llegaba tras un agónico empate a 2 con España y ganando los partidos más fáciles por pocos goles, casi sin apoyo ni esperanzas de conseguir su segundo título. 
A todo esto, considerando que Brasil sería el nuevo campeón, se había prometido pintar la fachada del estadio con los colores del equipo ganador. Todos se imaginaban un Maracaná blanco, puesto que ése era el color utilizado por Brasil, y no fue hasta el siguiente mundial (Suiza 1954) que apareció con su actual uniforme verde y amarillo. Pero tal fue la sorpresa, que Uruguay logró dar vuelta el partido con un gol de Alcides Ghiggia, haciendo estallar el llanto de un país, llevándose el título y haciendo pintar el estadio de celeste. Debido a eso, el estadio seguirá pintado por siempre del color celeste, en "honor" al campeón mundial 1950, Uruguay. 


Sin embargo, los cariocas dicen que la razón de que el estadio esté pintado de color celeste y blanco es que pertenece al estado de Río de Janeiro, cuya bandera y colores son los antes mencionados. 



REACCIONES:
En cambio, para los uruguayos la fiesta fue total. La inesperada victoria llegaba a oídos en territorio uruguayo, gracias al inolvidable relato de Carlos Solé. La gente se volcó a las calles a festejar, lo que en un principio parecía un sueño inalcanzable. 
El desconcierto era tal tras la victoria uruguaya, que las 173.850 personas en el estadio quedaron enmudecidas apenas terminó el partido, donde la concurrencia de uruguayos era de apenas un centenar de personas, a tal punto de que los únicos sonidos que se escuchaban eran los del plantel celeste
También se dio una anécdota que involucraba al entonces presidente de la FIFAJules Rimet. Cuando el encuentro estaba empatado 1 a 1, Rimet se dirigió a los vestuarios para preparar su discurso de felicitaciones para Brasil, pero cuando volvió al terreno de juego (ya terminado el encuentro) se llevó la sorpresa de no ver ningún festejo, ya que Uruguay había logrado el triunfo. Tan desconcertado quedó Rimet, que incluso la ceremonia oficial de entrega de la copa a Uruguay no se ejecutó: Rimet apenas pudo acercarse al capitán uruguayo Obdulio Varela en el borde del terreno de juego, darle un breve apretón de manos y entregarle el trofeo. 



LA DECLARACIÓN DE RIMET:
El presidente de la FIFA declaró años después: “...Todo estaba previsto, excepto el triunfo de Uruguay. Al término del partido yo debía entregar la copa al capitán del equipo campeón. Una vistosa guardia de honor se formaría desde el túnel hasta el centro del campo de juego, donde estaría esperándome el capitán del equipo vencedor (naturalmente Brasil). Preparé mi discurso y me fui a los vestuarios pocos minutos antes de finalizar el partido (estaban empatando 1 a 1 y el empate clasificaba campeón al equipo local). Pero cuando caminaba por los pasillos se interrumpió el griterío infernal. A la salida del túnel, un silencio desolador dominaba el estadio. Ni guardia de honor, ni himno nacional, ni discurso, ni entrega solemne. Me encontré solo, con la copa en mis brazos y sin saber qué hacer. En el tumulto terminé por descubrir al capitán uruguayo, Obdulio Varela, y casi a escondidas le entregué la estatuilla de oro, estrechándole la mano y me retiré sin poder decirle una sola palabra de felicitación para su equipo... ”


FIN DE LA EQUIPACIÓN BLANCA:
Ese día fue el último partido oficial de fútbol en el cual el equipo de Brasil jugó con uniforme totalmente blanco. En adelante la selección brasilera comenzó a utilizar la tradicional camiseta verde-amarela con pantalon azul, confiando que esta vez sí les traería buena suerte. 

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